
Todos tenemos algo que se llama mente, ¿En qué consiste? La verdad, nadie la ha visto, ningún experto sabe donde está ubicada exactamente y es evidente que tampoco yo lo sé. Sin embargo, todos la conocemos, sabemos que ahí está, la escuchamos hablar sin parar, diciéndonos miles de cosas por segundo.
Esta mente, se va, se va, se va, vuela sin freno, llevándonos a mundos insospechados, para nosotros mismos: «Si hubiera hecho esto en vez de eso no estaría en esta situación odiosa», «¡Estás muy gorda, muy flaca, ya te salió una arruga, una cana, una mancha en la mano, tienes papada!», «Estás envejeciendo», «Lo odio, me hizo esto, lo otro, aquello…»
«Ora verá, voy a vengarme», «Ese que te gusta es casado; es más, tú eres casada!…» y así, bla, bla, bla… y bla, bla, bla…
Santa Teresa le llamaba La loca de la casa, porque habla, habla y habla sin parar, nunca se cansa y nunca se detiene, otros la llaman el inconsciente. Pensando en todo ésto, me doy cuenta de una pequeña inconveniencia, que a todos nos aqueja, -por decirlo de alguna manera- y es que nos dejamos guiar por sus fantasías -pero no hablo de aquellas creativas, de los científicos, de los artistas, músicos y poetas-, si no de esas que nos son perjudiciales, las que nos hacen construir castillos en el aire, las que nos hacen ver lo hermoso del enamoramiento y olvidarnos de la verdad del amor. Aquella que nos crea sufrimientos extras en la vida, y que nos hace enredarnos más y más en situaciones decadentes, abigarradas y vanas, es decir de a gratis. Así somos los humanos, quizá.
Esa mente, nos hace creerle a lo que ella inventa, para ser ciegos a lo que tenemos en la palma de la mano. Esa mente siniestra es la que, supongo, es necesario conocer, para ser capaces de atinar a lo que se nos presenta como cierto.
Quizá en vez de pelear porque yo soy negra o roja y tu eres amarillo o no creyente en lo mismo que yo, ver como ambos somos, quizá en vez de ver esta como mi casa, mi ciudad, mi país; ver a este, como mi planeta; quizá en vez de ver a un ser como inferior a mí, verlo como es, que respira, siente, teme y desea su existencia como yo deseo la mía y, que ese ser tiene sus defectos y debilidades como yo los míos…
Así, ver el hilo invisible que nos une, es lo que quizá, mantenga un poco lejos a la loca de la casa.

Este hilo tan delicado, dijo mi Sensei: es la Meditación
La flor es como es, sin prejuicios… ella tan solo es.
Jajajaja! La loca de la casa! Buena frase. A la loca hay que domarla.
muy cierto, PARA QUE NO NOS DOMINE ELLA A NOSOTROS!!