Hola a todos mis queridos Iluminatis e Iluminados
Hoy voy a contarles mi experiencia sobre tomar talleres de eso que nos gusta. En este caso hablaré de los literarios.
En casi todos los talleres abiertos, lo primero que te enseñan es a hablar de las experiencias que te son cercanas, con el fin de aproximarte a las letras desde algo conocido; algo que nos sea familiar, aunque usemos la voz de distintos personajes. Sin embargo, hay veces en las que cuando uno le tiene que entrar a la parte oscura de la experiencia o de la vida; y es ahí en donde uno comienza a cojear. ¿Qué quiere decir ésto? Pues bueno, se trata de hablar de las experiencias dolorosas. Lo que uno tiene escondido bajo la almohada. Eso que nos duele tanto y que no queremos que nadie sepa. Eso que incluso nosotros mismos queremos olvidar y por ello, lo echamos al fondo del cuarto más alejado de nuestra memoria. Sí.
Les voy a confesar un secreto. Una de las cosas sobre las que más me cuesta escribir es de violencia; textos que incluyen violencia explícita o de cualquier tipo. Mmmmmm… no, jamás. Incluso no me gusta leerlos. En un país como México, donde se vive con tanta violencia de tantos géneros, -me avergüenza decirlo- no le encuentro el gusto a escribir o a leer textos así; pero para quienes nos gusta escribir y tallerear, es de cajón que a veces hay que hacerlo. El ejercicio ya lo he realizado en distintas ocasiones; sobre todo en los cursos de biografías, en los que se nos pide escarbar en lo profundo de nuestras torturas personales… jajajaja, lo que sí he aprendido, es que se puede hablar de lo peor del ser humano, sin necesidad de ser prosaico, y coincido con una de mis maestras, en que es mejor «decir sin decir», aunque cada profe, seguro tiene su manera de plantear los ejercicios.
En el último taller que tomé, conocí a un escritor mexicano del cual ya había oído hablar: Julián Herbert; y en uno de sus libros: «Canción de tumba», narra su biografía en la que cuenta la historia de su madre que fue prostituta, y padece un cáncer terminal. Yo era renuente a leerlo, por esa tendencia localista, a escribir de esos temas, -que no son mis favoritos- y que hablan de una cotidianeidad oscura de México, de manera muy tosca; pero bueno, al final lo hice y me pareció muy interesante.
También leí «El Guardián entre el centeno» de Salinger. Como ustedes ya saben, es un gran libro de culto; un clásico de la literatura y fue uno de mis libros favoritos de este curso. Al final, conocí a algunos otros autores latinoamericanos que me gustaron bastante: Rafael Chaparro Madiedo y Osvaldo Lamborghini, entre otros. Y retomé a Rubem Fonseca y a Tario, a quienes ya había leído con anterioridad.
Lo padre de estar en un taller, además de que te mantienes creativo y trabajando es qué:
1.-Conoces gente nueva y haces nuevos amigos
2.- Tallerearse por supuesto
3.-Compartes vivencias, experiencia y las pasiones – en este caso literarias- con gente que tiene los mismos intereses.
4.- Estás en contacto con las tendencias actuales de tu localidad 😀 y a veces de lo nuevo en otros países.
5.- Y lo más importante para el escritor; te mantienes con ganas y ánimos de seguir escribiendo y concretar proyectos.
En una de las actividades de este last, but not least; salimos a un café que se presta para, y que organizó el maestro del taller; para hacer lecturas de cuatro minutos, en público. Aquí les dejo el videín de mi lectura, que es un texto bien chiquito, que ya me habían publicado en una revista chilena, y ya estando en la lectura, le cambié el final; jojoo, a ver que les parece. 😀
Por ahora me despido, mis querid@s tod@s. Besos de arte y literarios.